Con esto me refiero a la variación cromática que hay en los distintos sitios que he visitado desde ese azul metálico del mar junto a la isla de Krakatoa que más bien parecía negro, hasta ese verde exhuberante del Trópico, como en las selvas de Costa Rica. Los amarillo cromo del Canal de Suez. El pardo sucio de la India. El gris cemento de los Emiratos, etc. Puro contraste con nuestra dehesa llena de color y vida, con encinas viejas que son las verdaderas esculturas, pardas y oscuras en invierno y verdes en primavera con una gama de colores que van desde el claro al oscuro. Todo ello acompañado de los imponentes riscales que en lo alto de los cabezos parecen otear la inmensidad de la dehesa.